Comentario
Capítulo XXXVII
Cómo prosiguiendo Huayna Capac en su conquista se vio en gran peligro, y de su muerte
Después que Huayna Capac hubo despachado a la guerra con los chiriguanas al capitán Yasca, como se ha dicho, y él quedó en Tomebamba en poner en orden y concierto toda la tierra de allá abajo, y prosiguiendo en su conquista, llegó hasta Ancasmayo, que es el último remate y mojón de su señorío y Reinos. Allí por dejar en los tiempos venideros mayor ostentación y muestras de su poder y grandeza, amojonó toda la tierra, poniendo en algunas partes estacas de oro fino a imitación de Alejandro Magno, cuando a petición de los suyos en la Yndia levantó trofeos para señalar el fin de su conquista y espantar a los siglos futuros. Concluido Huayna Capac con esto, se volvió con su ejercito el río abajo hacia la mar, buscando nuevas gentes y naciones que meter debajo de su dominio. Entonces sujetó Curua y Ninan y gente de la Puna. Y viniendo caminando Huayna Capac con su ejército por grandísimos arenales, y habiendo subido la costa arriba de la mar, faltísimo de agua y de mantenimientos, y por esto estando sus gentes fatigadas y tristes, teniendo asentado el Real de una infinidad de gente sin saber qué nación era o de qué provincia. Y el ejército y soldados del Ynga como iban trabajados y aun desganados del camino y descuidados de tan súbito caso y peligro viéndose rodeados de los enemigos comenzaron con harto temor y recelo de perderse todos a retirarse, yéndose juntando hacia el lugar donde estaba Huayna Capac en sus andas, admirado de lo que veía, no pudiendo imaginar quién fuesen los que en tal aprieto le ponían.
La gente vulgar y de poco ánimo, viendo esto estuvo determinada de salvarse huyendo como pudiese o la suerte le guiase, porque no les parecía tener remedio en aquel trance que delante de los ojos se les mostraba. Pero a esta sazón, dicen los indios, que un mozo inca, vestido con una camiseta negra, se llegó a Huayna Capac y le dijo: Señor, no temas, que éstas son las gentes que de tan lejanas tierras venimos a buscar para sujetarlos, manda que todos pongamos nuestros hatos en tierra y apercibidos con nuestras armas con grandísimo ánimo salgamos a la batalla, mostrando no tener miedo dellos, que sin duda los venceremos y mataremos, gozando del despojo y de sus haciendas. Dichas estas palabras por el mozo inca, los capitanes Mihi y Chalcomaita y otros que junto al Ynga estaban para proveer lo que conviniese en aquel peligro, todos a una voz aprobaron el parecer y consejo de aquel mozo, diciendo que no había que detenerse, sino salir luego a la batalla con ánimo y braveza, y así el Inga les dijo que lo hiciesen, y poniendo sus hatos, de que estaban ya cargados, en el suelo, se armaron de sus armas acostumbradas y con nuevo brío y valor, que tomaron con una plática que les hizo Huayna Capac, salieron hacia los enemigos, bien ordenados y más con una licencia que les dio Huayna Capac, que todo lo que cada uno pudiese haber del despojo fuese para él. Y así arremetieron con bravo ímpetu y osadía contra los enemigos, y les dieron tal prisa, que en poco espacio los hicieron retirar desamparando el cerco que tenían puesto al Real, y viendo que la retirada la hacían con mucha turbación y sin orden ninguna de guerra, se alentaron a seguir la victoria con más denuedo y braveza, y empezaron a hacer en ellos una matanza increíble, hasta que no pudiendo sufrir la furia de la gente de Huayna Capac, empezaron a huir hacia su pueblo, que no estaba lejos, desbaratados y medrosos, y los soldados del Ynga sobre ellos sin darles lugar ni tiempo de repararse, y así todos juntos y revueltos entraron en el pueblo donde aquella nación habitaba, que era junto al mar, y allí los mataron a cuantos se defendieron sin perdonar a ninguno, sino fueron los que se escaparon huyendo y los que viéndose perdidos rindieron las armas y se dieron a misericordia de los vencedores.
Halláronse en este pueblo innumerables riquezas en el despojo y saco que hicieron, que fue riquísimo, de muy grandes y finas esmeraldas nunca hasta entonces vistas del Ynga. Preciosas turquesas y grande abundancia de mulli, que es hecho de concha de mar y era tenido en mucho precio y estima de aquella gente y en más que el oro. Hallóse en el despojo número de llautos y orejeras del Cuzco y ropa de cumbi muy fina, que según los señores de aquella tierra dijeron a Huayna Capac les había dado Topa Ynga Yupanqui, cuando por allí pasó en sus conquistas. Alegres y victoriosos los soldados del Ynga hicieron grandes regocijos, viéndose libres de tan evidente peligro y ricos despojos de sus enemigos, lo que nunca pensaron aquel día por la mañana.
Acabado este suceso, Huayna Capac, como quien era de ánimo real y magnánimo, no quiso que aquel mozo inca, que estando en tal turbación y aprieto, le había animado y dicho que aquella gente era la que venían a buscar de sus tierras y que diesen en ellos y alcanzarían victoria, quedase sin el premio y galardón que merecía el consejo tan provechoso, para que los demás se animasen en tales trances. Y aunque se hicieron exquisitas diligencias, buscándole en todas las capitanías de los yngas y orejones del Cuzco y en las demás del ejército, no fue posible hallarno ni jamás hasta hoy pareció, ni se supo dél, por lo cual todos los capitanes y consejeros de Huayna Capac dijeron a una voz que no podía ser otro que mensajero del Huaina Cauri, su huaca principal y tenida en más veneración en común, y que así a él se le habían de dar las gracias del vencimiento y de tan poderosa victoria como lo hicieron.
Estando en esto Huaina Capac, le llegaron embajadores de parte del señor de la Isla de la Puná, y le trajeron presentes de mucha estimación y valor; como fue de esmeraldas finas, de Mulli y ropa de algodón muy rica y delgada, y le dijeron que su señor le suplicaba humildemente le recibiese por suyo y aquel don y presente y de la sujeción de la Isla como de cosa propia que era, y que fuese a la Isla a verla y lo que en ella había. Y visto por Huaina Capac, que tan liberalmente se le ofrecía aquel señor, acordó de hacer lo que le pedía, y recibidos los presentes y habiendo tratado los mensajeros con grande humanidad y cortesía, los despidió enviando con ellos el retorno de otras dádivas para su señor, así de oro como de plata, ropa de cumbi del Cuzco y otras cosas preciosas.
Después de hecho esto, partió Huaina Capac con dos mil soldados escogidos, dejando la demás gente de su ejército allí. Y llegado a la Isla le hizo un solemnísimo recibimiento el señor della, y con muestras de gran contento se holgó allí admirado de ver la fertilidad y deleite de la tierra, y entonces mandó hacer a mano un camino que fuese de la tierra firme allá, porque el trecho es poco. Y habiéndose allí holgado y regocijado con sus gentes, salió a Huanca Vilca, do había dejado el restante del ejército y allí le llegaron nuevas de gran tristeza y sentimiento; como en el Cuzco había pestilencia y que della eran muertos Auqui Topa Ynga, su hermano, y Apo Hilaquita, su tío, y su hermana Mama Coca y otra cantidad de señores de su linaje.
Sabido esto por Huaina Capac, recibió mucha pena y dolor, y así para poner en orden algunas cosas de la tierra como para enviar mensajeros al Cuzco, se partió con todo su ejército a Tomebamba y llegado a Quito, unos dicen que murió en él de calenturas, y otros dicen que habiendo gran pestilencia de viruelas en un pueblo llamado Pisco, se encerró debajo de la tierra en unos edificios por escaparse de la enfermedad, pero dondequiera le halló la muerte, que no pudo escaparse della, y muerto él, murieron infinitos millares de la gente común de viruelas sobre quien dieron.
Fue Huayna Capac el más poderoso señor de todos sus pasados y el que más extendió su señorío y más gentes conquistó, y el que más las tuvo sujetas y debajo de su obediencia, y el más rico de plata y oro que entre ellos hubo, tanto que, por grandeza, cuando le nació Topa Cusi Hualpa, su hijo, mandó hacer una cadena de oro de increíble valor y peso, que muchos indios no podían alzarla del suelo, y en memoria desta tan señalada cadena puso por nombre al hijo Huascaringa, que quiere decir Señor y Rey soga, y esta poderosa cadena, dicen algunos indios viejos y antiguos, que después fue echada, cuando vinieron los españoles, en una laguna grande, que está en Huaypon, tres leguas desta ciudad del Cuzco, y otros dicen que en la laguna que está en el camino real de Potosí, seis leguas de esta ciudad, sobre el pueblo y Tambo de Urcos. Cuando murió este valeroso Ynga, mataron más de mil personas en su enterramiento y obsequias de los que más él había querido en esta vida y mostrado más afición, así de criados y oficiales como de mujeres, como siempre fue costumbre antigua de los incas.
Hizo Huaina Capac en el Cuzco insignes y famosos edificios, y en otras partes caminos, calzadas, fuentes y baños. En los Lares, doce leguas del Cuzco, fue temido y respetado de los suyos como cosa divina. Severo en castigar delitos de hurtos y fuerzas, procuró con extrema vigilancia que no se le rebelasen sus vasallos. Fue franco y magnánimo con los soldados que se señalaban en las peleas, y en su tiempo las acllas, que como dijimos y diremos, eran indias que se criaban en toda la tierra escogida, envejecieron porque no quiso dar comisión a nadie que las repartiese, por hacerlo él personalmente, para premiar y gratificar con ellas los soldados que habían aventajádose en la conquista y en la toma de las fortalezas. Por su orden y mandamiento hicieron los indios dos caminos, uno en la sierra, allanando las quebradas, y otro en los llanos, cuyas reliquias y señales hasta hoy se ven, que todos son indicios manifiestos del gran poderío, ser y majestad de los Yngas, señores de estos reinos y cuán obedecidos y respetados fueron y cuán puntualmente se cumplían sus preceptos en todas partes. A este Ynga, Huayna Capac, se atribuye haber mandado en toda la tierra se hablase la lengua de Chinchay Suyo, que agora comúnmente se dice la Quíchua general, o del Cuzco, por haber sido su madre Yunga, natural de Chincha, aunque lo más cierto es haber sido su madre Mama Ocllo, mujer de Tupa Ynga Yupanqui su padre, y esta orden de que la lengua de Chinchay Suyo se hablase generalmente haber sido, por tener él una mujer muy querida, natural de Chincha.
Lo que en su testamento y última voluntad dejó ordenado e institución de heredero de todos sus reinos, se dirá en el capítulo XXXIX, que agora habremos de hacer mención de Rahua Ocllo, su mujer.